martes, 16 de febrero de 2016

EDITORIAL

MEDIO AMBIENTE

TIEMPO DE DESCUENTO

“No heredamos la Tierra de nuestros ancestros; sólo la tomamos prestada de nuestros hijos"
                                               Proverbio nativo americano

Escribe: Lic. MÓNICA RODRIGUEZ - Dirección

Aumento de la temperatura global promedio, procesos sistemáticos de desertización, eventos extremos que se repiten cada vez con mayor frecuencia como huracanes, tsunamis, inundaciones, sequías, son algunos de los dramas que está padeciendo la Tierra.
Nuestro país no está exento de estas vicisitudes. Tan sólo en estos últimos meses a los desbordes de las cuencas de los ríos Luján y Salado en la provincia de Buenos Aires le siguieron el Uruguay y el Paraná produciendo las peores inundaciones de los últimos 56 años, con más de 20.000 evacuados y consecuencias sanitarias, económicas y humanitarias que perdurarán mucho tiempo después que las aguas hayan bajado.
Ahora, se suma un informe del equipo técnico de la Secretaría de Protección Civil y Abordaje Integral de Emergencias y Catástrofes del Ministerio de Seguridad de la Nación que alerta sobre la posibilidad que las lluvias que se esperan hasta julio y los picos de crecida de los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay serían 10 veces mayores que las de la última inundación, afectarían a todo el Noroeste. De cumplirse el pronóstico, podría llegar a haber más de 130.000 evacuados. Siendo que la Cuenca del Plata representa el 60% del PBI de nuestro país y con un alto impacto social, ya se están manejando los protocolos para administrar la crisis y el Gobierno Nacional asignó 250 millones de pesos para asistir a las provincias durante la emergencia.
Si bien en parte el fenómeno meteorológico es atribuido a la corriente del niño, científicos, técnicos y organizaciones ambientalistas coinciden en marcar que la causa principal de estas catástrofes naturales que afecta principalmente a las provincias de Corrientes, Formosa, Chaco, Santa Fe y Entre Ríos es el desmonte de más de dos millones de hectáreas, de las cuales más de 600.000 correspondían a bosques protegidos. Según Greenpeace, Entre Ríos perdió más de 85 mil hectáreas de bosques nativos, por eso la ciudad de Concordia casi queda tapada por el agua.
La sistemática destrucción de los bosques nativos contribuye al recalentamiento global que amenaza al conjunto de la especie humana.
El cambio climático es una verdadera “espada de Damocles” que se cierne sobre la humanidad. La Encíclica Papal “Laudato Si” advierte sobre esto y marca la imperiosa necesidad de cuidar “nuestra casa común”.

Oportunas también parecen las palabras de Barak Obama, Presidente de los Estados Unidos… “Somos la primera generación que ha notado el impacto del cambio climático y será la última en poder hacer algo para remediarlo”, expresadas frente a los mandatarios de 150 países que se dieron cita en la apertura de la COP21, Cumbre Mundial sobre Cambio Climático, realizada en París (Francia) entre el 30 de noviembre y el 11 de diciembre pasado.
COP21 es la sigla en inglés de la vigésimo primera Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Esta conferencia se realizó por primera vez en 1992 en Río de Janeiro (Brasil), a partir de la cual se firmó la Convención que entró en vigor en 1994, suscripta por 195 países.
Desde aquel entonces las Partes se reúnen año tras año y los negociadores vienen tratando de componer un plan práctico. La falta de éxito de las anteriores cumbres ha sido, en gran medida, la no ratificación de lo acordado por parte de las grandes potencias y algunos países desarrollados, que son los causantes de más de la mitad de las emisiones contaminantes.
En la Cumbre de París algo cambió y eso redobla las esperanzas para que esta vez se avance positivamente…
- Estados Unidos está obrando en la materia. Obama, presidente del segundo país más contaminante y uno de los máximos responsables del calentamiento global por sus emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, está decidido a dar la lucha contra el cambio climático, con medidas concretas, como las nuevas regulaciones que se proponen reducir un 30% las emisiones de GEI (gases de efecto invernadero) al 2030 respecto del 2005, y el reciente decreto que impone la adopción de energías renovables a escala nacional.
- En esta Conferencia se cambió la modalidad de trabajo. Fabius, Ministro de Relaciones Exteriores francés y uno de los responsables del éxito de la Cumbre dijo… “Hemos hecho el trabajo de abajo a arriba” (…) “al contrario que el método hasta ahora seguido”. Por ello, propuso iniciar la Cumbre del Clima con la labor ya hecha: 186 países (de los 195 participantes) llegaron a París con sus planes nacionales para reducir emisiones ya aprobados y convocó a los presidentes de Estado y de Gobierno para el primer día (no para el último) para asegurar un fuerte impulso a las negociaciones.
El compromiso previo obraron el milagro: 150 mandatarios juntos en París. Nunca visto.

Acuerdo de París
- Los términos del acuerdo al que se llegó son más realistas, universales, equitativos, dinámicos y jurídicamente vinculantes.
Meta: contener el aumento de la temperatura «bien por debajo de los 2 C» respecto a la era preindustrial y realizar «esfuerzos para limitar ese aumento a 1,5».
¿Cómo hacerlo? El mundo debe esforzarse en que las emisiones de GEI dejen de aumentar «lo antes posible» y empiecen a reducirse «rápidamente». En la segunda mitad del siglo, debería llegarse a un equilibrio entre las emisiones de GEI provocadas por las actividades humanas (como la producción de energía y la agropecuaria) y las que pueden ser capturadas por medios naturales o tecnológicos, como por ejemplo los bosques o las instalaciones de almacenamiento de carbono.
Responsabilidades: los países desarrollados, emisores históricos, tomarán la delantera en los recortes de emisiones de GEI en términos absolutos. Los países en desarrollo, que aún necesitan generar energía con carbón y petróleo, son alentados a orientar sus esfuerzos hacia la realización de recortes, para ello los países ricos «proporcionarán» apoyo financiero a la reconversión energética de los países en vías de desarrollo y a enfrentar fenómenos relacionados con el cambio climático, como la intensificación de las sequías y los huracanes. Se estableció la suma de 100.000 millones de dólares anuales como «base» de los montos aportados por los países desarrollados. La suma se actualizará en 2025.
Se reconoce a las islas vulnerables al alza del nivel de los océanos y a los países pobres más expuestos al cambio climático el derecho a obtener respaldos para «prevenir, minimizar y reparar» las pérdidas.

Compromiso de Argentina:
El compromiso inicial presentado por nuestro país en la COP21 planteaba solo una reducción del 15% respecto del nivel de emisiones que se tendría en el 2030 si no se adoptasen medidas de mitigación.
Sin embargo, las nuevas autoridades prometieron que “Argentina va a estar discutiendo política climática con un más amplio espectro de países” y se mostraron proclives a acercarse a la Alianza “Amigos del Futuro” en la cual ya están inscriptos varios países latinoamericanos y pretenden estrechar lazos de cooperación en la transición de un mundo con energías fósiles a uno con energías renovables.
En el día de hoy el Presidente Mauricio Macri confirmó su presencia el próximo 22 de abril  en  Nueva York para firmar el Acuerdo de París, el pacto mundial para avanzar hacia un futuro sostenible

Más allá de los compromisos formales, Argentina debe revisar seriamente su modelo agropecuario que amplió la frontera de producción a costa de la deforestación. Algo que ya está generando estragos.

Se impone también un debate de la política energética y la revisión de proyectos ya previstos, como la construcción de tres centrales nucleares, tres mega represas hidroeléctricas, y la apuesta a la extracción de petróleo y gas no convencional a través de la técnica del ‘fracking’. Por otro lado, se nos abre la puerta a explotar en toda su capacidad el enorme potencial que tenemos en energías renovables, principalmente eólica y solar.

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