martes, 21 de julio de 2015

EDITORIAL

NOTA DE TAPA

SEMBRADORES DEL CAMBIO

Escribe: Lic. MÓNICA RODRIGUEZ - Dirección

Julio es un preciado mes para los argentinos, nos recuerda la gesta de  nuestra independencia, un proceso largo y sinuoso que visto a la distancia engrandece la figura de nuestros patriotas y la transforma en una epopeya frente a las limitaciones de la época y a los poderes con los que tuvieron que luchar.
Han pasado casi 200 años y desde aquel entonces  el mundo atravesó  profundos cambios. El reconocimiento de la soberanía trajo aparejado una era de constitucionalismo en la que los distintos Estados fueron plasmando en el papel formas de gobierno democráticas y paulatinamente se reconocieron derechos humanos, primero los civiles, luego los sociales y por último los colectivos, que hoy se consideran inalienables. Las experiencias devastadoras de las dos guerras mundiales pusieron en vilo a los cinco continentes y a partir de allí se tomó conciencia de la necesidad de dar una organización internacional que permitiera abordar los grandes temas que preocupan a la humanidad en un marco de  convivencia para sostener la paz.
A pesar que lejos estuvo de ser una situación ideal el mundo se mantuvo en un delicado equilibrio.

Y llegamos a la actualidad. Vivimos hoy en una verdadera “aldea global”, interdependiente, multipolar, imbuida de una revolución tecnológica que nos acerca desde el punto de vista comunicacional pero con modos de producción cuyo único fin es privilegiar la acumulación de ganancias ilimitadas para pocos a costa de todo, así van convirtiendo en inservibles todas las construcciones sociales del pasado y ponen al filo del abismo al ecosistema planetario.
El “Nuevo Orden Mundial” es profundamente desigual, genera incertidumbre, inseguridad  y precariedad para quienes están aún dentro del “sistema” y progresivamente va confinando a la marginalidad a más y más millones de personas. Por ello, desde los distintos rincones se está haciendo sentir el clamor de los pueblos.
Pensadores, movimientos sociales emergentes, líderes y hasta desde las diferentes expresiones del arte observan el mundo en ebullición, se cuestionan e intentan  generar dispositivos a ser observados y leídos de maneras diferentes donde cada uno pueda reconfigurar y recrear respuestas creativas basadas en la necesidad de una revolución ética y en los valores que se constituyan en los nuevos pilares de la acción política global.
 Alain Touraine  en su libro “El fin de las sociedades” explicita que se debe entablar una especie de “resistencia ética” como la única capaz de devolver un sentido al vivir y al actuar colectivo.
Europa sufre una crisis más profunda que la mera recesión económica que tiene desde hace varios años como epicentro a Italia, España, Grecia, Portugal, y amenaza con hacer declinar a todo el continente; suma como telón de fondo una población envejecida y una compleja cuestión migratoria. En respuesta a ello, el pensador Jacques Rancière sostiene que hay  “una especie de surgimiento democrático que no significa sólo manifestaciones y protestas, sino también la idea que la democracia significa algo que aún está por crearse”.
Internet se ha constituido en una fuente generadora de información y comunicación alternativa que facilita la construcción de  redes que luego pueden transformarse en la primavera árabe, el 15 M, el Occupy Wall Street o en la poderosísima opinión pública surgida en China en manos de los 300 millones de bloopers interactivos y 600 millones de usuarios de Internet que de alguna manera contribuyen a legitimar o no las medidas del gobierno de aquel país; para dar sólo algunos ejemplos del poder que esta herramienta pone en manos del hombre “de a pie”.
Los pueblos latinoamericanos después de casi 200 años de declarar su independencia política, aún siguen luchando por conquistar su plena soberanía. En los últimos años, los gobiernos de estas latitudes vienen bregando en pos de construir “La Patria Grande”, limando diferencias y tratando de focalizarse en objetivos comunes. Sin embargo, sus Estados son aún débiles para enfrentar los embates de las grandes corporaciones y el capital financiero internacional que bajo distintos ropajes socavan la estabilidad de estos países.

En este contexto la Iglesia católica ha fortalecido su liderazgo mundial de la mano del Papa Francisco convirtiéndose en la esperanza del mundo moderno. El Sumo Pontífice promueve el ecumenismo y el sincero diálogo interreligioso y con valor no duda en poner en blanco sobre negro los dilemas de la humanidad y los desafíos a enfrentar.
En su reciente mensaje en el Encuentro con los Movimientos Populares en Bolivia dijo:  “Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común”.
Y más adelante sentenció… “dentro de esta tercera guerra mundial en cuotas que estamos viviendo, hay una especie de -fuerzo la palabra- genocidio en marcha que debe cesar”.
Por ello, hace un fuerte llamamiento a los pueblos a ser sembradores de un proceso de cambio, basados en la fe, la ética y los valores, con capacidad para organizarse y promover alternativas creativas en el marco de la Paz.
En vista a esto, Francisco propone tres grandes tareas:
1. “Poner la economía al servicio de los Pueblos (…) Una economía de inspiración cristiana, debe garantizar a los pueblos dignidad «prosperidad sin exceptuar bien alguno».  Esto implica «las tres T» (tierra, trabajo y techo) pero también acceso a la educación, la salud, la innovación, las manifestaciones artísticas y culturales, la comunicación, el deporte y la recreación. Y agrega… “Los recursos disponibles en el mundo, fruto del trabajo intergeneracional de los pueblos y los dones de la creación, son más que suficientes para el desarrollo integral de «todos los hombres y de todo el hombre».
2) Unir a nuestros Pueblos en el camino de la paz y la justicia. Los pueblos del mundo deben ser artífices de su propio destino. 
El Papa advierte: “El colonialismo, nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos los males que vienen de la mano… precisamente porque al poner la periferia en función del centro les niega el derecho a un desarrollo integral. Y eso hermanos es inequidad y la inequidad genera violencia que no habrá recursos policiales, militares o de inteligencia capaces de detener.”
3) Defender la Madre Tierra. La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente.

Finalizó diciendo “…el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio.”


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