INSTITUTO EVANGÉLICO AMERICANO
LITERARIAS
EL ENSAYO ETERNO
Escribe: CAMILA TAMASI. Estudiante de 5º año
El teatro estaba más silencioso que de costumbre cuando Bianca llegó esa madrugada, lista para otro ensayo sola. Desde hacía semanas, cada noche después de l a última función , se quedaba a practicar en el inmenso escenario vacío, buscando alcanzar la perfección en cada giro. La tranquilidad y el silencio a esas horas le brindaban la concentración que necesitaban lejos de las miradas de los demás. Esa madrugada, como tantas otras, había regresado a su lugar de siempre.
Aquel espacio estaba desordenado, con todos los vestuarios abandonados. A un costado, un gran espejo de marco dorado, parte del decorado de una vieja obra, reflejaba la escena mientras Bianca, calentaba sus músculos y repasaba mentalmente la coreografía. Después de unos minutos, comenzó a girar, buscando un giro perfecto que había perseguido por tanto tiempo.
Fue entonces cuando, mientras trataba de lograr ese giro preciso, notó algo extraño en el espejo. En lugar de reflejarla, mostraba el mismo escenario vacío, pero con un aire sombrío, como si hubiera captado otra realidad, un teatro alterno donde el polvo cubría los asientos y extras voces resonaban en los pasillos. Intrigada, Bianca extendió la mano hacia el cristal, y su reflejo, en lugar de acompañar su gesto, se detuvo, observándola fijamente.
Sin retroceder, Bianca presionó la superficie del espejo y su mano se hundió en el vidrio como si fuese agua. Dio un paso adelante y pronto se encontró en otro teatro. El aire era pesado y las luces, aunque encendidas, iluminaban poco el escenario. El ambiente estaba totalmente quieto. Daba la impresión que el tiempo pasaba lento y un escalofrío recorrió su espalda.
Miró hacia la platea, y había filas y filas de personas vestidas con ropa de época antigua, observándola en absoluto silencio, con ojos que la seguían en cada movimiento. Sus rostros eran difíciles de distinguir, pero permanecían quietos, lo que hacía que Bianca se sintiera un tanto juzgada. Intentó dar un paso atrás, pero sus pies no se lo permitieron y la impulsaron a bailar. Y así, comenzó a girar y a girar. Su cuerpo se movía sin control en una coreografía que no recordaba haber ensayado, pero que de cierta manera reconocía.
Las figuras de la audiencia, sin producir ningún sonido, comenzaron a levantarse. En sus ojos, Bianca pudo ver tristeza, pero también ilusión, como si hubieran esperado mucho tiempo para verla bailar. Sintió entonces que sus fuerzas se agotaban, pero la coreografía continuaba. En su último intento, miró hacia el espejo de donde había venido y, por un instante, creyó ver su reflejo, esperándola, con los ojos perdidos.
Cuando las luces dejaron de iluminar el escenario, todo quedó en silencio. Su último giro se desvaneció y el espejo volvió a reflejar tan solo el escenario vacío.
Nadie vio salir a Bianca esa mañana ni las siguientes. Sus giros quedaron perdidos para siempre entre las paredes del teatro, y se vería obligada a actuar eternamente.
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