viernes, 20 de mayo de 2022

LA OPINIÓN DE ESPECIALISTAS

SALUD MENTAL


NO AL MALTRATO PSICOLÓGICO

Vamos a pegotearnos más.


Escribe: ADRIANA SILVIA DEZA - Lic. en Psicología (M.N.: 55.836)*



Nos invaden con muchos pensamientos, que terminamos adoptando como propios. El tan mentado sentido común, no es otra cosa, que lo que llamo “sociedad tabánica” como tábanos molestos, los medios de desinformación, las personas en sus diferentes funciones, en fin, la sociedad. Ni hablar de los estragos de la Pandemia, aún en pañales y mutando día a día. Nos dicen, nos recalcan, nos obligan a creer que somos dueños de nuestras creencias.

La solidaridad parece un valor olvidado, ser amable una virtud de pocos, la bondad como carencia del mal, directamente está en extinción y en medio de semejante deshumanización, se pone de moda “soltar”. Hay que soltar te dicen cuando hacés un duelo. Soltá cuando te morís de amor por un hombre y te acaba de dejar. Aprendé a soltar le sugieren al padre desesperado cuyo divorcio, lo tiene alejado de sus amados hijos porque a su ex, se le ocurre castigarlo con lo más preciado de su vida. Soltá, cuando la misma ex u otra, le pone dos testigos falsos y le dicta una perimetral, para que ni siquiera puede ver de lejos a sus pequeños. Soltá me dicen a mí, cuando critico a ciertas mujeres porque con el tema de la violencia de género, criticarnos se convierte en un error irreparable. Porque claro, ahora, son todas buenas madres, buenas compañeras, buenas esposas, buenas, buenas, y ellos, son todos, todos, malos. A ver, gente linda, nunca la parte es el todo. Por eso, creo, que la lucha más importante para mantener nuestra salud mental es ser libres. Dentro, de nuestras restringidas posibilidades de sujetos vinculados por lazos sociales.

Sin entrar en definiciones complejas y a efectos, de ser muy directa en este tema. Diré algo: hay una libertad física (me libero de cadenas), hay una libertad mental (estoy en mi casa pero sueño estar en otro lado) y hay una libertad de ausencia de interferencia, (decido y elijo). Esto que acabo de hacer, es por supuesto un reduccionismo de un tema mucho más complejo. ¿Por qué? Porque me interesa hablar del pegoteo. Si, ese pegoteo que nos hace demostrar afecto a las personas cercanas. Ese pegoteo, para tolerar las nimiedades y dejar los penares para los grandes eventos.

Pegotearse con los hijos, aunque sea tocándole la cabeza y preparando una rica comida. Pegotearse con la pareja y masajearle la cabeza hasta hacerlo dormir. Pegotearse con nuestra mejor amiga y llamarla todos los días, por lo menos con un mensaje o un emoticón. Pegotearse para decirles a los alumnos cuanto los extrañamos en vacaciones. Ese pegoteo para decirle al jefe, lo linda que le queda esa camisa. Ese pegoteo para decirle a nuestro hombre, lo seductor que sigue siendo, aún con el tiempo. Ese pegoteo, que alegra cuando la pareja te dice, unos kilos de más no importan, el amor no tiene peso. Ese pegoteo, que hace que el médico te pregunte algo más que su específica especialidad. Algo digo, hablo de un minuto. Ese pegoteo, para que el vendedor entienda que no tenés porqué saber el nombre exacto de lo que vas a comprar y dedique parte de su trabajo para explicarte un poco. Ese pegoteo pergeñador de sentido, cuando no funciona el sistema pero los empleados no hacen una tertulia, mientras vos esperás apurado, pensando en las mil cosas que te esperan todavía.

Si, estimados lectores, hablo de pegoteo, ligadura, buena onda, amabilidad, afecto, comprensión, y todos los modos del amor al prójimo.

En lugar de soltar, propongo, pegotearse. En lugar de soltar, demando agarre. En lugar de soltar, llevemos flores al santuario. En lugar de solar, invitemos a nuestro cumple hasta al pariente más lejano. En lugar de solar, vayamos a buscar a los abuelos al geriátrico, aunque sea por dos horas.

No tenemos que aprender a soltar si queremos estar mejor. No tenemos que aprender a soltar, si queremos salvar al Planeta. No tenemos que soltar si queremos estar contentos.

Soltar implica en el mejor de los casos, no sentir. Propongo lo contrario.

Insisto, en lugar de soltar, agarre. Pegarse con ternura, comprensión, diálogo, inteligencia, acotación y despegarse cuando sólo es imprescindible.

No hagamos un hábito de un defecto, porque el sentido común lo dice. A ese sentido, también lo hacés vos. Podés cambiarlo.

Vamos a pegotearnos más.

(*) La Lic. Deza es Magíster en Neuropsicología clínica. Especialista en investigación educativa. Ex profesora de Filosofía secundaria y universitaria.

Consultorio privado en Paternal.
CEL: 1536560318
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