NOTA DE TAPA
VIENTOS DE CAMBIO
La ciudad lo sabe y lo siente
Escribe: Lic. MÓNICA RODRÍGUEZ. Dirección
En Argentina más del 92% de la población vive en ciudades. El mayor conglomerado lo conforman la ciudad de Buenos Aires junto al primero, segundo y tercer cordón del conurbano bonaerense dado en llamar Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), donde habitan alrededor de 18 millones de personas que se movilizan a diario interjurisdiccionalmente.
En los últimos tres meses esta región del país sufrió eventos climáticos de proporciones: el 17 de diciembre un temporal con vientos huracanados de más de 120 kilómetros por hora, el 10 de febrero y la primera semana de marzo copiosas lluvias hicieron sentir su intensidad. Estos sucesos que antes eran esporádicos, debido a la crisis climática ahora son habituales y dejan consecuencias que afectan la vida en la ciudad: miles de árboles y ramas caídas, anegamientos con aguas que entran hasta en las casas y producen el desborde de aguas servidas, PbN inundados que causan riesgos de vida para quienes los atraviesan y sumideros que no dan abasto para escurrir la magnitud de agua caída en pocos minutos.
Es un hecho, nuestra ciudad y la megalópolis de la cual forma parte tienen frente a sí los efectos de la crisis climática, con dos permanentes amenazas: las inundaciones y las olas de calor. Y esto ha dejado de ser un mero pronóstico para transformarse en parte de nuestra realidad.
Enfrentarla con políticas públicas adecuadas, con una planificación que tenga una mirada integral, multidimensional y articulada en todo el AMBA es parte de la solución y del más elemental sentido común para evitar el colapso y dar sustentabilidad a nuestra ciudad en el presente y en el futuro.
La primera acción debería ser actualizar el Plan Urbano Ambiental, ley madre que guía la planificación en nuestra ciudad y debería ser el pilar sobre el que sustentan los códigos urbanístico, de edificación, ambiental y de transporte. Su tratamiento lleva una rémora de 13 años porque tendría que haberse revisado en 2011 y aún esa instancia está en la "dulce espera".
Y si hablamos de códigos es imposible no referirnos al actual CUR (sancionado en 2018) que produjo cambios que están descompensando algunas áreas de la ciudad, fundamentalmente por permitir la reducción de los pulmones de manzana y la eliminación de los retiros de frente que habilitan en algunos casos a cementar el 100% de ciertos lotes. Esto se traduce en una sustancial pérdida de terrenos aborbentes en beneficio de una mayor cementación, algo que contribuye a aumentar las islas de calor cuando se dan olas de altas temperaturas.
El actual jefe de Gobierno anunció, cuando dio su discurso de asunción en la Legislatura, que iba a enviar un proyecto de reforma del Código Urbanístico (CUR) reconociendo que su actual implementación está afectando negativamente a barrios que estaban positivamente consolidados.
Otra asignatura pendiente es la falta de un Código Ambiental, un digesto que nunca se sancionó y por ello la Justicia en 2023 intimó al Gobierno local a que lo haga de manera perentoria.
Los parques, plazas y el arbolado de alineación de las veredas también forman parte esencial para el equilibrio de nuestro ecosistema. Es vox populi que nuestra ciudad tiene un dramático déficit de metros cuadrados de espacios verdes por habitante, con un agravante, parte de los espacios verdes públicos existentes fueron perdiendo en los últimos años gran porcentaje de su terreno absorbente al ser parcialmente cementados con canchitas deportivas, caniles, equipamiento de calistenia y caminos. El cuidado adecuado de los árboles y mantenimiento de sus follajes, siguiendo las normativas de la ley de arbolado, es también prioritario.
No podemos desconocer que en los últimos 20 años la ciudad encaró obras públicas de envergadura en materia hidráulica en los arroyos Maldonado y Vega que hasta ahora contribuyeron a evitar las circunstancias dramáticas que vivimos en 2013, pero que no han alcanzado para impedir que ciertas zonas se sigan anegando y haya también desbordes de cloacas. La ingeniera hidráulica María Eva Koutsovitis, coordinadora de la Cátedra de Ingeniería Comunitaria de FIUBA, en declaraciones que hizo a un medio nacional, expresó su preocupación: "Estas mega obras de infraestructura son ineficientes para el actual sistema de precipitación que tiene la Ciudad. Los túneles que se ejecutaron tanto en el Vega como en el Maldonado (…) en realidad fueron diseñados con datos de lluvia de finales de los '90 y replican obras obsoletas que hace décadas han abandonado las grandes ciudades del mundo [porque]… no dan respuesta al entramado urbano y al régimen de lluvias actual. Son eficientes cuando tenemos lluvias de baja intensidad, pero cuando cae mucha agua en poco tiempo, como ahora, lo eficiente es retener el agua donde cae".
Pero el déficit de tierras absorbentes y su correlato en la mayor cementación que está ocurriendo producen que el agua de lluvia deba ser drenada mayoritariamente a través de los sistemas de escurrimiento pluviales de la red de sumideros. Pero ante precipitaciones torrenciales que se dan en un breve período de tiempo estos sistemas estresan al máximo y suelen verse desbordados en su capacidad.
Por eso la ingeniera recomienda: "la Ciudad debe revisar su plan hidráulico y adecuarlo a la crisis climática actual".
Por último, frente al cambio climático también se deben implementar planes y protocolos de contingencia adaptados al presente que nos toca vivir. Tanto para prevenir y alertar a la población como para acompañar a los damnificados frente a las consecuencias, proponemos que como complemento a la actual Dirección de Defensa Civil (que en numerosas oportunidades resulta insuficiente para responder en tiempo y forma a demandas masivas), se evalúe la apertura de Unidades de Defensa Civil Comunales (UDeCiC) y a la par se creen redes de Agentes Multiplicadores Voluntarios, capacitados para prestar colaboración en las circunstancias que lo ameriten.
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