jueves, 18 de agosto de 2016

EDITORIAL

EL ESPÍRITU DEL DEPORTE

Escribe: Lic. MÓNICA RODRIGUEZ - Dirección


Entre el 5 y 21 de agosto los amantes del deporte están viviendo con intensidad las jornadas de los Juegos Olímpicos de Río 2016, el mayor evento deportivo internacional  multidisciplinario en el que se presentan atletas de elite de diversas partes del mundo, con más de doscientas naciones participantes.
Un encuentro que trasciende por lejos el objetivo de la mera competencia para transformarse en una experiencia convivencial única entre personas de las más diversas culturas, etnias y religiones del mundo.
Durante los días en que se extienden las contiendas, millones de personas de todo el planeta quedamos obnubilados por la destreza, habilidad, fuerza, resistencia, técnica, rapidez, perfección de los movimientos, inteligencia, gracia, y hasta picardía de deportistas que dedican su vida a las disciplinas que eligen, entrenando denodadamente día a día, año tras año para superarse a sí mismos con la ambición de conseguir en los Juegos la ansiada medalla como símbolo de reconocimiento de ser considerados los mejores del mundo.
Y habrá países, generalmente grandes potencias, que cosecharán múltiples medallas en la mayoría de las disciplinas  y otros que las contarán con los dedos de la mano. Y esto no es obra de la casualidad, es consecuencia de Políticas de Estado de largo plazo que ponderan el deporte, brindándole a sus atletas sólida formación, otorgándoles las condiciones para una dedicación exclusiva, de excelencia y  alto rendimiento para aquellos que lo elijan y tengan las aptitudes necesarias.
En este sentido, Río 2016 será una forma de mensurar el grado de avance de nuestro país en el medallero y con una mirada más amplia y pormenorizada ver que sucedió disciplina por disciplina.

Pero como decía un gran médico y sanitarista argentino, Ramón Carrillo: “El objeto del deporte es perfeccionar la salud y no formar grandes campeones, quienes por el hecho mismo de sus condiciones excepcionales no pueden tomarse ni como modelos ni como objetivo para el numeroso grupo de hombres y mujeres jóvenes que se dedican al desarrollo físico de su persona”.
Es cierto, corriendo el velo de las competencias y triunfos deportivos internacionales  hay una realidad  mucho más rica que comienza en la base de una sociedad que puede y elige el deporte como parte fundamental de su forma de vida desde la más tierna infancia, practicando actividades en alguno de los miles de instituciones que se multiplican a lo largo y a lo ancho del territorio como cunas formadoras de deportistas, la inmensa mayoría amateurs, algunos profesionales y muy poquitos gracias a sus condiciones extraordinarias, dedicación, perseverancia y circunstancias favorables pueden aspirar a competir en las grandes ligas.
La mayoría de los clubes de nuestro país, verdaderas usinas del deporte comunitario, fueron creados como asociaciones civiles sin fines de lucro, un fenómeno casi único en el mundo. Conducidos por la libre voluntad de sus socios, autónomos e independientes del Estado, unen a diario sus esfuerzos para disfrutar de la práctica del deporte, actividad que como ninguna otra es capaz de transmitir a niños y jóvenes valores trascendentales para la vida mediante sus guías y referentes: compañerismo, trabajo en equipo, cooperación, relación social, respeto, amistad, sana competitividad, participación, convivencia, responsabilidad social, justicia, etc…

En tanto derecho universal y parte de la educación integral, la práctica deportiva requiere de políticas públicas como modo de asegurar la inclusión, la igualdad de oportunidades y el salvataje de miles de niños de la marginación y la pobreza.
En los últimos quince años, las políticas de apoyo de la Nación y de la Ciudad a través de sus Secretarías de Deporte a los clubes de barrio fueron un acierto y  contribuyeron a mejorar las condiciones edilicias, fortalecer la práctica de ciertas disciplinas existentes, sumar nuevas y consolidar el rol de estas instituciones dentro de la sociedad que los volvió a valorizar como espacios centrales para la formación, contención, interacción social y desarrollo de personas de todas las edades. Así se fue revirtiendo la profunda crisis y decadencia en la que habían caído durante la década del ´90, una etapa donde muchas de estas asociaciones no pudieron subsistir y desaparecieron.
Para darle solución de continuidad y profundizar estas políticas públicas que tan buenos resultados fueron dando, es imperioso la reglamentación y puesta en vigencia de la ley Nº 27098 sancionada en 2014 que establece el “Régimen de Promoción de los clubes de barrio y de pueblo” y la ley 27.218 “Régimen tarifario para entidades de bien público” como modo de institucionalizar la ayuda económica y la aplicación de beneficios a las entidades deportivas, en el corto, mediano y largo plazo.
Por supuesto, también están los polideportivos dependientes de cada municipio. En el ámbito de la capital federal existen 15 sedes orientadas a las prácticas deportiva de mediano y alto rendimiento.
Buenos Aires será sede en el 2018 de los Juegos Olímpicos para la Juventud. Más allá de las obligaciones y tareas que nos caben como país anfitrión, la posibilidad de mostrar las bellezas de nuestra ciudad al mundo, es una oportunidad y excusa para trabajar y trabajar motivando a nuestros niños y jóvenes en el mundo del deporte porque como dijo Nelson Mandela… “El deporte tiene el poder de transformar el mundo. Tiene el poder de inspirar, de unir a la gente como pocas otras cosas… Tiene más capacidad que los gobiernos de derribar barreras raciales”.

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