viernes, 22 de diciembre de 2023

LA OPINIÓN DE ESPECIALISTAS

INFORME ESPECIAL


DATOS, NO RELATOS:

Desigualdad, pobreza e indigencia


Estudio presentado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina. Guarismos en la ciudad de Buenos Aires. La opinión del Dr. Tomassi , investigador residente del PNUD).





La verdadera deuda del pueblo argentino no es la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional ni las deudas con fondos de inversión nacionales e internacionales, la verdadera asignatura pendiente en nuestro país es con nuestro pueblo, ese pueblo que asoma cada mañana para ganarse el pan con el sudor de su frente, personas que de ninguna manera han sido causantes ni responsables de las crisis a las que cíclicamente se vio sometida Argentina, pero que han sido sin lugar a dudas los que las pagaron y siguen pagando las consecuencias, generación tras generación, engrosando sistemáticamente los bolsos de pobreza.

Para que esta mirada pueda hacerse desde el análisis, desapacionadamente y de manera veraz, hay que apoyarse en los números que indubitablemente muestran las fotos y los procesos.

Y los números están a la vista. Desde 1974, cuando la pobreza era apenas un poco más del 5% y la indigencia prácticamente no existía hemos llegado al día 10 de diciembre de 2023 con una pobreza que el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica estima en 44%.

Otro dato no menos relevante es que en esa línea de tiempo pasó desde dictaduras a gobiernos democráticos de todo tipo, tinte y color político.

El tercer punto que debemos ver es que Argentina sufrió en esta última crisis profunda de los medios de comunicación. Entre las más graves podríamos mencionar el Rodrigazo (1975), la Hiperinflación (1989) y la traumática salida de la convertibilidad (2001). Pero en el medio de esos ciclos también hubo otras crisis que no por ser un poco menores fueron menos traumáticas.

Cada una de estas crisis marcaron reiteradas veces el rompimiento del aparato productivo y si bien golpearon a toda la economía fueron particularmente duras con las unidades económicas de escalada media y chica de capitales nacionales, que se vieron arrasadas por los cambios bruscos de las reglas, dejándo de manera reiterada a una parte de ellas fuera de juego y pasando a formar parte de la legión de quebrados. De esta manera se fue erosionando la base productiva de nuestro país y con ella fue aumentando el ejército de trabajadores que pasaron a ser desocupados, muchos de ellos nunca volvieron a insertarse en el circuito formal, algunos se transformaron en microemprendedores y otros tantos quedaron definitivamente en la informalidad y hacer “changas”. Las nuevas generaciones que empezaron a formar parte de la población económicamente activa, dependiendo del período, corrieron con distinta suerte al intentar incorporarse al sector formalizado de la economía.

Indudablemente Argentina fue saliendo de cada una de estas crisis y su economía “rebotó” con variable éxito según las políticas públicas que se llevaron adelante y los modelos imperantes en cada momento. Cuando vemos el proceso de estos últimos cincuenta años, observamos que nuestro país se parece a un enfermo crónico, que luego de cada descompensación en la que va a parar al "hospital", incluso en terapia intensiva se recupera. Las primeras veces con más vitalidad pero a medida que los desequilibrios se suceden y van aumentando, el organismo tiene cada vez menos capacidad de alcanzar el estado que tenía previo a la crisis.

Del mismo modo, los emprendedores en nuestro país cada vez quieren, pueden o se animan menos a invertir o lo hacen en menor proporción. Y no estamos hablando de grandes inversores internacionales ni de las mega corporaciones, sino del verdadero motor que siempre nutrió y fue la base de nuestra estructura económica: las pequeñas y medianas empresas de capitales nacionales y de las economías regionales, esas mismas que generan más del 65% del empleo y las que sistemáticamente en cada crisis son las primeras vapuleadas cuando se destruye el mercado interno.

En síntesis, en una primera conclusión diríamos que sin inversión productiva y cierto grado de inversión financiera (nunca de capitales golondrinas) necesario para arrancar el motor y poner a andar la rueda del crédito destinada a promover la economía real, no hay generación de empleo formal. y sin empleo se cierran todos los caminos para bajar los índices de pobreza.

POBREZA Y DESIGUALDAD EN ARGENTINA (2004 – 2023)

El día 5 de diciembre tuvimos la oportunidad de escuchar la conferencia “DEUDAS SOCIALES CRÓNICAS Y DESIGUALDADES CRECIENTES” , brindada por el Observatorio de la Deuda Social Argentina en la sede de la Universidad Católica ubicada en Puerto Madero y transmitida en directo a través del canal de YouTube. de esta casa de altos estudios.

La charla fue dada por su director, Dr. Agustín Salvia y contó con la presencia del Dr. Claudio Tomassi , representante residente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo en Argentina (PNUD) quien también ofreció una mirada sobre los últimos estudios realizados por esta organización no gubernamental que desde hace 20 años viene llevando adelante un seguimiento permanente de la situación social de nuestro país.

En su exposición Salvia explicó que las mediciones que realizan la entidad desde 2004 toman dos ejes fundamentales:

  • Por un lado, cómo se alcanza un mínimo de ingresos monetarios que den un justo bienestar económico. Esto permite medir la pobreza por ingresos.
  • En segundo lugar, también se evalúan un conjunto de indicadores que miden el acceso a derechos: alimentación y salud, educación, vivienda, salubridad, medio ambiente saludable. Esto permite medir la pobreza multidimensional.

Algunos datos relevantes de la fotografía que tenemos hoy:

En cuanto a los ingresos monetarios:

• Uno de cada diez argentinos viven en situación de indigencia.
• Cuatro de cada diez argentinos viven en situación de pobreza.

En cuanto al acceso a derechos:
El 67% de la población argentina tiene déficit en alguna de las dimensiones de sus derechos (seguridad alimentaria y salud, acceso a los servicios básicos de salubridad, vivienda digna, medio ambiente, seguridad social), pero son los niños de 0 a 17 años los que más sufren, ya que en este segmento un 70% de los chicos ve vulnerado al menos una dimensión de sus derechos.

Inseguridad alimentaria:
14% de nuestros niños han experimentado hambre de manera frecuente
63% de nuestros niños padecen situaciones de pobreza en alguna de sus dimensiones.

Ayuda de programas sociales:
35% de los hogares recibe algún tipo de transferencia de ingresos (AUH, tarjeta alimentaria, programas de trabajo – Potenciar Trabajo y otros -, bolsones de alimentos, viandas o a través de comedores escolares).
Si esta ayuda desapareciera, la indigencia se duplicaría y la pobreza llegaría a casi cinco de diez argentinos.

Aspectos positivos observados en los últimos 20 años:

Desde que el ODSA realiza sus mediciones algunos indicadores han mostrado una tendencia positiva, fundamentalmente en lo que hace algunos derechos.

Acceso a la vivienda: 
A lo largo de estos 20 años se ha observado que los sectores más humildes han mejorado las condiciones habitacionales de sus viviendas, pero estas mejoras no debieron en su mayoría a planes habitaciones de los gobiernos de turno sino que un sustantivo porcentaje vio mejoradas las condiciones de sus viviendas a partir de las mejoras que pudieron realizar con el propio ahorro de las familias.

Saneamiento:
- Acceso al agua corriente. Se observa una sustantiva mejora entre 20006 – 2015, luego se ameseta.
- Acceso a cloacas: También hubo mejoras en el déficit, que en 2004 era del 41,9% y en la actualidad es del 27%.
Si bien hubo una sustantiva inversión pública en esta materia, se observa cierta resistencia a que bajen los porcentajes debido a que la expansión de la mancha urbana crece más rápido que las mejoras en infraestructura.
En los últimos años, parte de los trabajos de saneamiento estuvieron encomendados a cooperativas de trabajo vinculados a programas sociales (por ejemplo, Potenciar Trabajo)

Educación:
Se observa una caída del déficit de los centros de educación inicial para niños de 3 a 5 años.
Mientras en 2004 el 39.3% de los chicos no asistía a un centro educativo, en 2023 ese porcentaje bajó a la mitad y actualmente es de 22,8% los chicos que en ese rango etario no van a la escuela. Esto muestra que desde el Estado se hizo una inversión en materia educativa que logra mantener a los niños institucionalizados.
En el nivel medio las noticias no son tan auspiciosas y se observa que el 25% de los jóvenes de los segmentos más vulnerables no ven mejorado su posibilidades de acceso a la educación.
En niños de 0 a 3 años, solo dos de cada diez asiste a jardines maternales (en su enorme mayoría privados) y estos chicos fundamentalmente son de familias de clases medias y altas. Este dato evidencia que las mamás con niños pequeños de las poblaciones más vulnerables no tienen acceso a esta posibilidad en el ámbito público, siendo las que más requerirían de este servicio para poder trabajar.

Seguridad social:
El 35,7% está fuera del acceso a la seguridad social (no realizan aportes para la jubilación y no tienen cobertura de asistencia de salud). El aspecto positivo es que una parte de este sector tiene algún tipo de cobertura con la AUH y Tarjeta Alimentar.

Aspectos más preocupantes:
Quizás las variables más preocupantes estén en torno al empleo.
En esta área se ve una sociedad claramente fracturada y estratificada que tiene muchas dificultades para tener una real movilidad social ascendente porque la economía tal y como está diseñada, descarta a una parte de la sociedad porque no le resulta necesaria y las causales en buena medida hay que buscarlas en la falta de inversión que no crea nuevas fuentes de trabajo.
El estudio cuando se refiere a inversiones, no está contemplando a grandes empresas, sino las inversiones en emprendimientos chicos y medianos (MiPyMES), de capitales argentinos que son las más importantes generadoras de fuentes de trabajo.





Los datos:

  • Un 40% tiene un trabajo formal (con estabilidad, seguridad social, ingresos de subsitencia garantizados, representación y cobertura social).
  • 26% tiene regularidad y ciertos ingresos pero no tiene acceso a la seguridad social porque permanece en la informalidad.
  • 24% no tiene un empleo de calidad, hace changas, son subempleados, están encuadrados dentro de programas de asistencia del trabajo y no tienen ingresos de subistencia.
  • 8% está totalmente desempleado.


La evolución de estas variables muestra:
Aumento de nuevos pobres por descenso de las clases medias.
Hay más pobres dependientes de la asistencia pública.
Desarrollo de estructuras defensivas de las clases empresarias que van a buscar operar por fuera del sistema de regulación formal en materia financiera, ocupacional y comercial.
Crecimiento de trabajadores informales y de la economía social de la pobreza.
Una sociedad más desigual, con menor posibilidad de movilidad social ascendente.

En función de este análisis Salvia concluye que ente las principales políticas a llevar adelante están en:

  • Crecimiento con estabilidad macroeconómica
  • Disminuir la inflación
  • Planificar el desarrollo con acuerdos y ajustes redistribuitivos (sectoriales y sociales)
  • Promover el crecimiento de los sectores dinámicos de la economía.
  • Establecer mesas de diálogo
  • Invertir en ciencia e innovación tecnológica.


UNA MIRADA COMPLEMENTARIA

En esta encuentro fue sustantivo el aporte del Dr. Tomassi, residente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.

Ve que en el cuadro macroeconómico no es bueno que a lo largo de más de 20 años la inversión privada en promedio no supere el 17% (con algunos años de excepción) y un gasto social en aumento (38%).

Pero su mayor preocupación está en torno a la brecha que se crea en el empleo, con una estratificación del empleo formal y sin crecimiento a lo largo de las dos últimas décadas.
Por último dejó en claro que no es lo mismo hablar de capital humano, cuyo concepto se restringe a las capacidades humanas para formar parte de un proceso económico, que hablar de desarrollo humano, entendido como la capacidad y habilidades que tiene una persona para a través de la educación, la salud y el bienestar puedan aumentar sus niveles de libertad y decisión y no son vistas sólo como un factor de la producción y de un análisis estrictamente económico.

Sugirió que Argentina debe encontrar soluciones integrales e integradas, que impliquen que las medidas que se tomen no afecten negativamente otras dimensiones y tengan más externalidades negativas que positivas.

Por último, se refirió a que no pueden estar fuera de los análisis de la pobreza, las desigualdades de las diferentes territorialidades en Argentina, que muestran una gran variabilidad de una provincia a otra y dentro de las localidades de una misma provincia.

Señaló que también hay que contemplar tres temas sustantivos:
• El impacto de la digitalización que hasta ahora no se ha movido en la lógica de la inclusión, muy por el contrario está agrandando la brecha de la desigualdad.
• En el plano ambiental, también hay que ponderar la huella ecológica y como ésta incide en el desarrollo humano.
• El acceso a la justicia. Las encuestas muestran que un 61% de las personas toman la decisión de acudir a la justicia para resolver algún tipo de conflicto. Sin embargo, la brecha entre el 25% que tiene más alto bienestar comparado con el 25% más pobre es enorme. Y está demostrado que las poblaciones vulnerables carecen de información sobre sus derechos y cuáles son sus posibilidades para defenderlos dentro del sistema de justicia.

DATOS DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

La Dirección General de Estadística y Censos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires informó el día jueves 21 de diciembre que en la ciudad de Buenos Aires “la pobreza por ingresos aumentó en el tercer trimestre de 2023 respecto del mismo período del año anterior” y “alcanza a un total de 270.500 hogares y 25,9% de las personas (798.500 personas), índices que constituyen los más altos de la serie iniciada en 2015, solo superados por los registros del período de pandemia.


Sectores de clase media y alta:
El documento también reporta que los sectores de “clase media” representan el 50,6% de los hogares de la Ciudad de Buenos Aires y 46,7% de la población (unos 681.500 hogares y 1.438.500 personas, respectivamente). Su participación “se contrajo 2,7 puntos porcentuales en hogares en el último año”. Los guarismos se acercan a los de 2019 -antes de la pandemia-, pero no alcanzan a los más altos de la serie histórica (57,4% de los hogares en el mismo período de 2017). Los sectores acomodados de la Ciudad de Buenos Aires representan el 11,6% de los hogares y el 9,7% de las personas, con descensos en el último año de 1,6 pp y 0,3 pp, respectivamente. Integran el sector acomodado unos 157.000 hogares y 299.000 personas. Su participación actual es similar a la que tenían durante la pandemia. En la estructura general por estratos de ingresos, los cambios más importantes en relación a 2019 (antes de la pandemia) se observan en el mayor peso de los hogares en situación de pobreza (indigente y no indigente) con la paralela disminución de los segmentos acomodados, y en menor medida, frágil y vulnerable.

El sector medio frágil, ubicado entre los hogares en condición de vulnerabilidad y los sectores medios, está integrado por el 8,7% de los hogares y el 8,5% de las personas (117.500 hogares y 262.500 personas), sin cambios significativos”.

Sectores en situación de pobreza e indigencia
La indigencia alcanza al igual que en el promedio del país al 10,1% de las personas (312.500 personas). Los hogares en vulnerabilidad ascienden a 29,1% (unos 392.500 hogares), en los que habita el 35,1% de la población (unas 1.081.000 personas).
Dentro del universo de hogares y personas en situación de pobreza, los que están en situación extrema (indigencia) se incrementan, pasando a representar poco más del 34% de los hogares y del 39% de las personas con carencias de ingresos. En relación al año anterior, estos valores aumentan, poniendo de manifiesto el empeoramiento de la condición de los más desfavorecidos”.
“Algunos grupos resultan más impactados por la pobreza que otros. Cabe destacar a los hogares encabezados por mujeres (donde la incidencia de la pobreza es de 22,1%, frente a 17,8% con jefe varón), por una persona desocupada (3,3 veces más alta que la incidencia del total), o por una ocupada en servicio doméstico (45,7%). También a los hogares que están ubicados en la zona Sur (29,1%) y a los que tienen niños de menos de 14 años (34,5%), estos últimos con incidencias de la pobreza y de la indigencia crecientes con el número de niños en el hogar”.

“En cambio, la porción de hogares con presencia de adultos mayores que están en situación de pobreza está por debajo del conjunto (13,3%) y se reduce con la cantidad de personas mayores de 65 años en el hogar, producto de la amplia cobertura jubilatoria que garantiza un mínimo de ingresos”.
“Se destaca que el 41,0% de los niños, niñas y adolescentes (0-17 años) residen en hogares en condición de pobreza (284.500 personas en ese grupo de edad). Un año atrás, el guarismo era de 35,4%. El ingreso per cápita familiar de los hogares en condición de indigencia es de $23.781 y el de los que padecen pobreza no indigente es de $67.758. En promedio, se requeriría transferir $94.402 a cada hogar en situación de pobreza para que salgan de esa condición. Esa brecha de ingresos representa, siempre en promedio, el 39,4% de la canasta básica total”.

REFLEXIÓN FINAL:

Luego de todo este largo análisis, elegimos quedarnos con un párrafo del documento de la Conferencia Episcopal Argentina publicado en el año 2001, que a nuestro entender tiene tanta o más vigencia que cuando fue emitido: “La gran deuda de los argentinos es la deuda social. Todos debemos preguntarnos si estamos dispuestos a cambiar y a comprometernos para saldarla. ¿No tendríamos que acordar entre todos que esa deuda social, que no admite postergación, sea prioridad fundamental de nuestro qué hacer?”

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