LA VIDA MISMA...
TIEMPO DE FLORECER Y EDUCAR
Escribe Lic. FELIPA MARÍA DE ABAJO
Al abordar las ideas para plasmar en la hoja en este mes de septiembre, siento que un cúmulo de emociones aparecen a flor de piel. ¿Y me pregunto… será porque es el mes de las flores y su color y aroma me encantan?, será porque es el llamado mes de la educación, y he dedicado mi vida profesional, orgullosamente y en gran parte a la enseñanza? Creo que son ambas cosas ya que ambos temas se encuentran en algún punto.
Investigando acerca de su nombre, encuentro que septiembre es una palabra que procede del latín y significa siete meses según el calendario romano hasta el 153 a.c., al ser trasladado al calendario gregoriano, pasó a ser el noveno mes del año. Abundantes y variadas son sus celebraciones. Nombrando las más conocidas: Día Internacional de la alfabetización, Día del Maestro, Día del Bibliotecario, Derechos de los estudiantes secundarios, conocido como la noche de los lápices, Día del Profesor, del Preceptor del Estudiante, del Director de escuela, de la Primavera… y así podría seguir.
Tal vez por defecto profesional, me detengo especialmente en el tema de la educación, derecho humano y motor del desarrollo. Es el instrumento eficaz para reducir la pobreza, mejorar la salud, promover la igualdad, la paz, la estabilidad. Se estudia y se aprende toda la vida ya que no hay un tiempo para aprender. Cada día está la oportunidad de hacerlo, y estoy convencida que cuanto más y mejor aprendizaje, más riqueza interior, más posibilidades de fortalecernos cultural y socialmente. En esto es sumamente importante el vínculo docente –alumno, el cual, en muchos casos no termina cuando termina el ciclo de estudios. En ese vínculo ambos enseñan y ambos aprenden. Se contagian los afectos y aunque el tiempo pase, ese vínculo permanece.
Decía Paulo Freire que es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta. Es que enseñar es buscar, indagar, investigar… no es llenar la cabeza de contenidos porque sí, sino ofrecer calidad de los mismos. De ahí surge el aprendizaje logrando la capacidad crítica del educando, a través de su curiosidad que lo lleve al conocimiento. La buena educación cambia a la persona, produce efectos positivos en la sociedad, atraviesa los fenómenos culturales, afirma y engrandece el espíritu y los valores. Y cuántas veces, desde los primeros años de edad, el individuo ya siente la vocación docente. Porque puedo asegurar que la docencia es vocación. Recuerdo que a mis ocho años de edad ya colocaba sillas con muñecas, yo era la maestra, y jugando les daba clases. Mi padre confeccionó un pequeño pizarrón, regalo de cumpleaños, y ahí comenzó lo que luego sería la actividad elegida, practicada en diferentes áreas y niveles educativos, con la satisfacción de la tarea cumplida y la alegría de seguir comunicada con mis exalumnos a través de diferentes medios.
Hay mucho más para decir sobre este tema, y si me permiten les digo que siempre se aprende, que no es una cuestión de edad sino de interés y voluntad. Los adultos mayores tienen infinitas posibilidades para seguir activos en cursos, encuentros, congresos, etc.
Feliz día a los que enseñan, feliz día a los que estudian, feliz día a los que investigan, todos ocupan un lugar muy importante en el progreso de un país.
¡Nos vemos en la próxima!
(FUENTES: formación profesional; apuntes varios, entrevistas, viajes . Colaboración ad honorem)
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