jueves, 22 de diciembre de 2022

EDITORIALES

NOTA DE TAPA


EL DEPORTE NOS COBIJA EN UN ABRAZO COMÚN


Escribe:  Lic. MÓNICA RODRIGUEZ  -  Dirección


Villa del Parque
después de cada partido
Estamos a punto de concluir un nuevo año de vida transcurrido y por alguna razón, quizás porque lo marca el calendario, quizás porque suelen en esta época concluir ciclos y cerrarse etapas, se convierte en un momento de balance.

En el ámbito de la salud pública, el 2022 ha sido sumamente positivo porque poco a poco vamos dejando atrás una pandemia que puso gran parte de los dos años anteriores nuestra vida en vilo y parte de nuestros proyectos en stand by. Y aunque los datos marcan el crecimiento momentáneo de casos, ahora sabemos que cuidándonos, tomando precauciones y con la protección de las vacunas, este virus pronto quedará definitivamente superado.

En otros aspectos y como desde hace años, la mayoría de los argentinos seguimos luchando y aunque a veces sentimos que la cuesta se nos vuelve empinada no cejamos cada día de poner el tesón necesario para seguir adelante, dejando de lado el descontento, la pesadumbre y hasta cierto desencanto frente a los vaivenes que nos toca vivir.

Pero este mes de diciembre la ilusión se apoderó de la mayoría de nosotros de la mano de nuestra selección nacional de fútbol y nos hizo volver a soñar con acariciar la Copa del Mundo.

Y esa ilusión cristalizó en un sueño que se hizo realidad: Argentina después de 36 años es nuevamente CAMPEÓN MUNDIAL!!!


Una vez más y como suele suceder tantas y tantas veces, desde este deporte que es una verdadera pasión nacional, rescatamos enseñanzas positivas y alentadoras. Y si como sociedad podemos decodificarlas e interpretarlas, estará al alcance de nuestras manos hacerlas trascender a otras dimensiones de nuestra vida colectiva.

Cuando volvemos la mirada en el tiempo y nos retrotraemos al 2018 después del Mundial llevado a cabo en Rusia, volvemos a sentir el sabor amargo que nos dejó. Estábamos embargados por el descontento, la pesadumbre y el desencanto de comprobar una vez más que la jerarquía individual de los deportistas que integraban el combinado nacional (incluido al mejor del mundo) no se lograba plasmar en el funcionamiento de un equipo le lo tradujera en resultados.

A tal punto era la desazón, que después de aquel traspié ningún entrenador de renombre se atrevió a agarrar "la papa caliente" vivida como un fracaso. Técnicos con exitosas carreras en el exterior sistemáticamente se negaron a dirigir a un seleccionado que visualizaban podía poner en riesgo su prestigio. Apareció entonces un hombre joven, que hasta ese momento no había dirigido nunca a un equipo de fútbol y mucho menos al seleccionado de un país. Su trayectoria estaba centrada en haber sido un virtuoso jugador de élite e integrante del equipo técnico recientemente destronado. No tenía otros pergaminos que mostrar, sin embargo se ofreció a asumir el desafío convencido que era capaz de tomar esa responsabilidad. La dirigencia de la Asociación de Fútbol Argentino, ante las pocas alternativas que tenía entre sus manos, decidió confiar.

Los argentinos nos mantuvimos expectantes. Fueron tiempos en que leíamos, escuchamos y vimos en los medios de comunicación a un periodismo deportivo con comentarios variopintos.

El nuevo proceso arrancó sin estridencias, tomó distancia de los comentaristas de turno y supo no quedar sometido a las influencias externas y con ello ganó libertad para trabajar concentrados en el camino que se habían propuesto, tomando en sus manos la capacidad de decidir. Su único compromiso fue desarrollar un proyecto serio que incluyera objetivos de corto, mediano y largo plazo.

El primer desafío que enfrentó el nuevo equipo técnico fue el recambio generacional de jugadores, que también se transformó en la oportunidad de nutrir a la equipo de jóvenes figuras, muchas de ellas ciertamente desconocidas para la enorme mayoría, pero con el talento y las cualidades necesarias para ser convocados.

Solo quedaron algunos infaltables históricos que se animaron "a la patriada" a pesar de los sinsabores vividos con anterioridad. Allí estuvieron nuevamente Di María, Ottamendi, Messi… siempre Messi. Deportistas que nunca le dijeron que no a cada convocatoria para vestirse la camiseta celeste y blanca, aunque seguramente habrá pasado seriamente por sus cabezas la posibilidad de hacerlo, al verse vapuleados y menospreciados desde diferentes ámbitos que cargaban sobre ellos las responsabilidades de equipos que no lograban trascender. Fueron hombres que más allá de los éxitos vividos en sus clubes y aunque no conseguían las metas que se proponían, mostraron un amor inquebrantable y siguieron eligiendo representar a su país, torneo tras torneo, mundial tras mundial.

A poco de andar este nuevo combinado nacional comenzó a mostrar resultados dentro de la cancha, a la par que veíamos un equipo sin estridencias personales, con espíritu de camaradería, compañerismo y respeto mutuo.

Los más chicos manifestaban el privilegio que sentían de poder jugar junto a figuras consagradas que hasta hacía muy poquito eran los ídolos que miraban por televisión. Los más grandes y experimentados mostraron la capacidad de incluir y guiar con naturalidad a los jóvenes que llegaban demostrando su talento y eran capaces de dotar al equipo de un mejor desenvolvimiento.

Al momento de jugar nadie (excepto Messi) tuvo asegurado un puesto. Entrar a la cancha dependía y depende del estado físico de cada deportista pero también si sus cualidades iban a aportar a las tácticas de juego que se definieran a la hora de enfrentar al rival de turno.

Con esta idea y versatilidad el seleccionado nacional comenzó a cosechar triunfos. Primero los argentinos vimos que los partidos se ganaban o se empataban, nunca se perdían. Así sumaron 36 encuentros internacionales sin caer en el marcador.

La primera gran recompensa llegó con la Copa América, nada más y nada menos que enfrentando en la final a Brasil y en el emblemático estadio de Maracaná. Después de 28 años Argentina volvió a consagrarse campeón continental. Pero eso no fue todo, más tarde coronarían esta consagración superando a Italia en aquel memorable encuentro de la Finalissima.

Con estos pergaminos el seleccionado argentino llegó al Mundial de Qatar y aunque no eran considerados por los "especialistas" como una de las primeras "candidatas" a llevarse la copa, se sabía que Argentina se presentaba con un equipo fuerte y con estilo propio.

Y sobrevino el partido inicial de la fase de grupos. Nos enfrentamos a Arabia Saudita y contra todo pronóstico (al menos de gran parte de los aficionados) nuestro país cayó 2 a 1.

Un momento difícil para un seleccionado que en los últimos cuatro años no había conocido la derrota y para un pueblo que llegaba con toda la ilusión.

Una vez más el equipo debía mostrar el carácter que los había llevado hasta estas instancias, sin desmoralizarse y sin flaquear. Fue un momento clave para demostrar que el proyecto estaba intacto, que trascendía las individualidades porque aspiraba a un objetivo común superior. Ese fue uno de los motores que les permitió superar la adversidad y alimentó el espíritu para seguir adelante. La otra turbina fue sentirse acompañado por un pueblo con el que habían establecido un vínculo y comunión únicos.

La selección nos volvió a ilusionar, nos volvió a enorgullecer y nos unió. La alegría de cada triunfo la compartimos en nuestras casas, con nuestras familias, en el barrio con nuestros vecinos, en nuestra ciudad y en cada rincón de nuestro país.

El deporte una vez más nos cobijó en un abrazo común, borró nuestras diferencias y nos hizo olvidar nuestros pesares.

Pero lo más gratificante es que sabemos (y esperemos que así sea) que este proceso no se agotó el 18 de diciembre a la noche porque es un proyecto que ha encontrado bases sólidas para seguir creciendo.

Quizás solo queda cerrar esta nota recopilando algunas palabras que nos deja el trabajo que ha llevado adelante esta Selección Nacional a lo largo de estos más de cuatro años y serían estupendas si las pudiéramos tomar como ideas fuerza aplicadas a otras dimensiones de nuestra vida colectiva: UNIÓN - TALENTO - IDEAS - PROYECTO COMÚN - TRABAJO EN EQUIPO - COMPAÑERISMO - HUMILDAD - AMOR - ALEGRÍA.

Muy felices fiestas y excelente 2023!!!

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