domingo, 22 de abril de 2012

 EDITORIAL

HACIA UN CAMBIO DE PARADIGMA 
Motivaciones como convivencia, fraternidad, solidaridad, participación y diálogo constructivo, parecería que en un mundo conflictivo, no son de práctica global y se exalta el personalismo, la marginación, se contribuye para la disolución de la primera comunidad humana que es la familia, se profundiza en enfrentamientos estériles, egoísmo y menoscabo de la justicia, todo en conjunto hace posible un caldo de cultivo de la violencia que parece brotar desde la base misma de la sociedad.
La incertidumbre que nos preocupa por la creciente deshumanización, la difusión excesiva de costumbres que minan la visión de formas de vivir, en un clima social donde los derechos y deberes no distribuyen sus cargas y bienes conforme la ley, alejan la posibilidad de instaurar formas positivas de convivencia, que nos separarán cada vez más si seguimos mirando hacia otro lado y no aportamos para la fraternidad universal.
En nuestro país son muchas las personas y entidades intermedias que posibilitan la prosecución del Bien Común y junto a la familia son una fuerza equilibradora que requiere el aporte positivo de aquellos que a pesar de todo expresan vocación de servicio y contribuyen para la Paz Social.
La violencia que se percibe en las relaciones humanas son estimuladas por ejemplos devastadores que se difunden profusamente a través de múltiples medios (digitales, televisivos, gráficos). La inaudita agresión de género, la trata de personas, discriminación y menoscabo de la dignidad, olas de delitos cruentos, son tapa de diarios en forma cada vez más frecuente, a tal punto que hasta se percibe una sensación de acostumbramiento a estos fenómenos, llegándolos a tomar como algo habitual.
Los niños practican juegos bélicos cada día más sofisticados y “realistas” en sus computadoras y en red, desprovistos de cualquier atisbo de nobleza. Los jóvenes son bombardeados permanentemente con mensajes de usos y costumbres que directa o subliminalmente  ponderan el alcoholismo, la drogadicción y la promiscuidad.
No está perdida la lucha para evitar la disolución familiar, podemos consolidar la cooperación y cualquiera sea el credo religioso, tener fe en  un mundo mejor, claro está que debemos ocupamos, reflexionar por cada uno de nosotros y nuestros descendientes, tendiendo la mano, desprovistos de corrientes ideológicas, y con discernimiento sobre los problemas o situaciones que a veces nos agobian.
¿Usted qué opina?
José Cesar Rodríguez Nanni

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