martes, 22 de julio de 2025

EDITORIALES

INFORME ESPECIAL


DESAFÍOS IMPOSTERGABLES

Los niños, niñas y adolescentes deben ser nuestra prioridad.


Escribe: Lic. MÓNICA RODRÍGUEZ. Dirección



Los niños, niñas y adolescentes de hoy se enfrentan a desafíos nunca antes vistos en un mundo que cambia segundo a segundo producto de los avances de la ciencia, la tecnología y de esta cuarta revolución industrial en la que estamos inmersos, que ha traído como novedad la inteligencia artificial, el internet de las cosas, la robótica y la biotecnología, entre otras.

Así como la aparición de la imprenta y el motor a vapor fueron dos grandes hitos que transformaron el devenir de la humanidad, esta vez el futuro abre un horizonte desconocido, donde gran parte de los saberes y profesiones de hoy serán reemplazados por la automatización y la robótica pero a la vez aparecerán nuevas ofertas educativas y laborales, ya no tan vinculados al trabajo físico sino al conocimiento, la creatividad, la innovación, donde las habilidades más ponderadas son la adaptación al cambio y la flexibilidad a la hora de aportar en equipos de trabajo.

Por supuesto, no menos trascendente es la crisis climática y sus consecuencias, que se impone dentro de una realidad que no se puede ni se debe soslayar.

Estos cambios de paradigma obligan a pensar y repensar constantemente nuestro futuro individual pero también nuestros roles como parte de un proyecto colectivo llamado nación. 

Cada Estado se mueve en pos de no quedar rezagado en esa carrera, los países del denominado primer mundo apuestan a seguir en la "cresta de la ola" y los emergentes aspiran a subirse al tren del desarrollo.

A lo largo del siglo XX pero sobre todo a partir de mediados de la década del ´40, Argentina supo producir una movilidad social ascendente que permitió el acceso de un sector importante de la población a la educación superior de excelencia, que dio como resultado cinco Premios Nobel y tener un papel destacado en áreas de la ciencia y la tecnología que fueron un faro en América Latina. En lo que va del siglo XXI la aparición de universidades nacionales creadas a lo largo ya lo ancho del país, permitió que la cercanía les abriera la puerta al conocimiento a familias que hoy tienen primeras generaciones de profesionales universitarios.

Sin embargo, en los últimos años la deuda externa ha vuelto a tener la centralidad de la agenda pública y se ha vuelto a transformar, como sucedió en décadas pasadas en un condicionante cada vez más pesado para llevar adelante determinadas políticas públicas, principalmente las vinculadas con el desarrollo humano y social. Las exigencias de nuestro acreedor de última instancia como es el Fondo Monetario Internacional, va restringiendo la capacidad de decisión de los gobiernos argentinos. Detrás de la deuda externa se acrecienta otra deuda, mucho más dolorosa, más profunda y que verdaderamente nos interpela como sociedad: es nuestra deuda interna, especialmente con nuestras infancias.

Un reciente informe presentado este mes por el Observatorio de la Deuda Social Argentina (UCA), analiza la inseguridad alimentaria infantil en Argentina en el marco de la actual coyuntura. Un problema estructural que viene en aumento en nuestro país, pero que en momentos de crisis socioeconómica se agrava y profundiza. Un ancla pesada, capaz de hipotecar definitivamente el futuro de nuestra Patria, si no logramos establecer un sendero virtuoso.

La inseguridad alimentaria (IA) es un índice creado por el Ministerio de Agricultura de Estados Unidos, luego lo incorporó la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura) y sirve para medir lo que sucede en los distintos países.

En esta reciente investigación que lleva como título “Inseguridad alimentaria en la infancia argentina: un problema estructural observado en la coyuntura actual” refleja que en los hogares donde se padece IA, la primera en restringir la cantidad de alimentos ingeridos es la mujer, luego los hombres y por último los niños. Cuando la limitación de los alimentos llega a los más chicos estamos frente a familias que padecen IA severa, ya que todos los miembros poseen una nutrición deficitaria. La primera comida que suele suprimirse son las cenas, luego, cuando los recursos siguen siendo insuficientes, pasa a suspenderse también el desayuno.

Del estudio se desprende que, en la Argentina actual, casi 4 e cada 10 niños, niñas y adolescentes padecen algún grado de IA, esto se traduce en alrededor de 4,3 millones de chicas y chicos que se enfrentan a reducir sus porciones de alimentos o en casos muy extremos hay días que hay ausencia total de ellos. Pero la alimentación no solo se refiere a la cantidad de alimentos para llenar la panza, sino también a la calidad. En ciertos hogares llegar a una alimentación con calidad nutricional, donde se incluyan carnes y pescados, frutas, verduras, lácteos y legumbres es prácticamente una quimera y la ingesta se va viendo reemplazada con cada vez más porciones de farináceos, grasas y carbohidratos complejos con poco contenido proteico.

A esto hay que sumarle las desigualdades regionales que se presentan en las distintas zonas de nuestro país.

Este informe que hoy traemos a nuestras páginas pone de relieve que lejos de ir hacia una solución, el problema de nuestras infancias se va agravando año tras año especialmente a partir de 2018. El seguimiento de los mismos niños y niñas entre 2022 y 2024 muestra que más de la mitad atravesó al menos un episodio de inseguridad alimentaria en ese período. Solo el 44,5% logró mantenerse siempre en situación de seguridad alimentaria. Dentro de esta dinámica, mientras en 2024 la inseguridad alimentaria afectó al 35,5% de los chicos, hoy muchos más pasaron por al menos un momento de privación.

Luego de un análisis exhaustivo de las distintas variables vinculadas a la frecuencia con que han sufrido privación de alimentos, los segmentos socioeconómicos que más sufren, cómo se vincula la inseguridad alimentaria con la situación ocupacional de los jefes y/o jefas de hogares, qué diferencia existe entre los hogares biparentales y monoparentales, cómo influye el número de miembros de una familia a padecer situaciones de restricción de alimentos, qué incidencia tienen los niveles educativos de la familia y el impacto de la Asignación Universal por Hijo y la Tarjeta Alimentar, el trabajo llega algunas conclusiones que compartimos en este espacio.

De la investigación surge que hay un vínculo que une determinados factores estructurales a la inseguridad alimentaria, que en determinadas coyunturas se profundiza.

• Los hogares monoparentales, numerosos, con vínculos débiles con el mercado laboral, de estratos socioeconómicos más bajos y con menor vinculación de los niños, niñas y adolescentes con la escuela y de residencia en el área metropolitana de Buenos Aires, tienen más riesgo de padecer inseguridad alimentaria.

Sin embargo, a lo largo del tiempo se observan cambios en la incidencia de ciertos factores como el pertenecer a un hogar numeroso, el tener déficit de asistencia escolar o residir en el AMBA con asociaciones que en algunos períodos se debilitan o incluso se revierten. Por ejemplo, se pudo constatar que pertenecer a hogares numerosos en épocas en el que hay oferta laboral, suele disminuir los riesgos de inseguridad alimentaria porque más miembros de la familia pueden acceder a un trabajo, por el contrario, cuando el desempleo aumenta, estos hogares suelen ser más frágiles porque hay más bocas que alimentar.


LA CLASE MEDIA, LA MÁS AFECTADA EN ESTE ÚLTIMO AÑO Y MEDIO

El estrato socioeconómico, la condición de empleo del jefe/a del hogar y el ingreso presentan un patrón estable, con una peor situación respecto a la seguridad alimentaria entre los niñas, niños y adolescentes pertenecientes a hogares en situación de desventaja estructural, lo que refleja la centralidad del acceso sostenido a recursos para garantizar una alimentación adecuada.

Frente a la pérdida del empleo, el congelamiento de salarios y en los trabajadores autónomos e informales la disminución de la demanda de trabajo, son los sectores medios y medios bajos los que tenido a lo largo de 2024 y en 2025 un limitación en los ingresos que los obligó a restringirse. Ante la imposibilidad de poder suspender ciertos gastos fijos comprometidos como son expensas, alquileres, cuotas de colegio y/o obras sociales, apelan a modificar conductas alimentarias. Si bien en estos sectores no pasan hambre, la principal variable de ajuste han sido los alimentos. Se pasó de primeras a segundas y terceras marcas y en ciertos casos también se limitan los consumos de carnes, frutas, verduras y alimentos saludables. En ciertos casos, eligen achicar las porciones o, directamente pasar por alto algunas comidas.

Entre los chicos y chicas que pertenecen a hogares de clase media, encabezados por adultos con nivel secundario o superior, que les permite acceder a empleos de mejor calificación, la proporción que padeció inseguridad alimentaria representa al 5,9%. Pero hay un dato llamativo, ese valor es algo más del doble que el registrado en 2023, cuando alcanzaba apenas el 2,8%.

Entre los chicos de clase media empobrecida, el valor registrado el último año fue levemente más alto al registrado en 2023 (22,8%) y superó, incluso, a los números de la pandemia: en 2020 había sido del 21,7%. Se trata de hogares donde Los adultos tienen trabajo, pero no así derechos laborales. Esto quiere decir que carecen de obra social para ellos y sus familias y si tienen trabajos formales, las actualizaciones de los gremios no los alcanzan.


CONCLUSIONES DEL ESTUDIO

• La inseguridad alimentaria en la infancia es un problema estructural en Argentina y se agrava en coyunturas de crisis socioeconómicas. Entre 2010 y 2024, la inseguridad alimentaria infantil mostró una tendencia sostenida al alza, con picos en 2018, 2020 y 2024. En este último año el 35,5% de las niñas, niños y adolescentes atravesó situaciones de inseguridad alimentaria y un 16,5% padece IA severa.

Está comprobado a lo largo de todos estos años, la influencia positiva que ha tendido la Asignación Universal por Hijo y la Tarjeta Alimentar como un factor que contribuyó a equipar a trabajadores en relación de dependencia con aquellos que desempeñan labores en una mayor informalidad.

La escuela también ha jugado un rol preponderante , toda vez que los niños institucionalizados que asisten a los comedores escolares tienen un menor riesgo de padecer IA o al menos es un paliativo.

• Sin embargo, la profundización de la precariedad laboral, una distribución regresiva de los ingresos y el desempleo de los adultos sigue siendo el factor determinante. De manera que para enfrentar eficazmente la IA infantil es crucial implementar políticas públicas integrales centradas en la inclusión laboral, el fortalecimiento de programas de transferencia de ingresos como AUH + TA y la construcción de sistemas de protección social intersectoriales. Estas estrategias deben priorizar a los hogares más vulnerables, revalorizar el rol de la escuela como espacio de contención y diseñarse con un enfoque territorial y federal.

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