jueves, 16 de junio de 2016

OPINIÓN

ACTUALIDAD

SAQUEAR AL ESTADO
Una historia sin fin.

Escribe: Lic. MÓNICA RODRIGUEZ

En Argentina estamos viviendo acontecimientos dantescos de una corrupción impúdica, burda en algunos casos, sofisticada en otros.

Y a uno, como hijo/a de buen vecino, lo abruma un sentimiento de impotencia y sublevación interna con millones de preguntas que vienen a la cabeza: ¿Cuál es el verdadero costo de la corrupción sistémica que infecta a nuestro país?, ¿Cuánta marginación significa? ¿Cuántas personas habrán sido y lo seguirán siendo víctimas directas o indirectas de la exclusión por no poder acceder a condiciones mínimas de subsistencia: alimentación saludable, agua potable, cloacas? ¿Cuántos habrán muerto o tuvieron secuelas permanentes ante la falta de salud pública de calidad? ¿Cuántos quedaron y están hoy fuera del sistema por la endeblez de nuestra educación pública? ¿A cuántos le arrancó la vida la inseguridad?, ¿Hasta cuándo nos seguirán saqueando al pueblo argentino?, ¿Hasta cuándo lo permitiremos?...
Podemos decir que en los últimos cuarenta años los argentinos vivimos una especie de guerra de desgaste que nos erosiona en términos económicos y sociales. Es como una enfermedad crónica que lenta y sutilmente va minando el cuerpo social y lo deteriora cada vez más. Por momentos se detiene y hasta muestra ciclos de crecimiento, en otros se acelera con crisis que nos hacen caer al fondo del abismo y aunque luego sobreviene el rebote de la recuperación, el momento óptimo nunca llega a superar los mejores parámetros del ciclo anterior.
Y batiéndonos en un péndulo, vamos de gobiernos que oscilan entre políticas más progresistas a las más conservadoras, pero seguimos sin encontrar el rumbo hacia el desarrollo sostenible.
Y no es que hay incapacidad en el diseño de  proyectos, planes y programas, de hecho Argentina es uno de los países más progresistas en materia legislativa, sin embargo es sustantivamente irregular en las  implementaciones. 
Sin querer remontarnos al fondo de nuestra historia con la primer mega estafa que significó el crédito de la Baring Brothers,  podemos decir que la matriz del problema en los últimos cuarenta años habrá que buscarlo en una elite que está enquistada en el poder (política, judicial, empresarial, sindical y social) infectada con el germen de la corrupción. Un mal sistémico que contaminó todas las áreas y a todos los niveles de nuestro país.
Bajo este esquema, el Estado ya no tiene como fin el Bien Común sino que ha pasado a ser una usina de negocios (o mejor dicho negociados que incluyen sobornos, malversación y apropiación indebida de fondos públicos) que sirve para sostener y afianzar a algunos en el poder, siendo la Administración Pública el coto desde donde se abrochan las transacciones.
Y así fuimos viendo pasar en las últimas cuatro décadas a la patria contratista,  la concesionaria y la subsidiaria que nos dejaron una deuda externa (en gran parte espuria) descomunal que no sirvió ni para el crecimiento ni para el desarrollo; estatización de la deuda privada; venta de las “joyas de la abuela” (privatizaciones) en los ´90; sobreprecios en la obra pública con desarrollos sin ejecutar o subejecutados que tardaron más de 30 años en terminarse a costos inconmensurables, ejemplo la represa Yaciretá;  las “Banelco” del Congreso,  tierras públicas que se compran a precios viles para luego venderlas a precios “de mercado”, el mega canje, el blindaje, la fuga de divisas, la evasión y el lavado a través de firmas off shore… y podríamos seguir y seguir…
Todo conlleva a un país empobrecido con una deuda social creciente y en el que cada “vuelta de tuerca” va haciendo caer a más y más  bajo la línea de la pobreza y la indigencia, muchos de los cuales nunca vuelven a recuperarse.

Podemos seguir impávidos ante esta realidad y continuar aceptando que nos sigan relatando las  “anécdotas” de exfuncionarios corruptos que años y años desfilan por tribunales con causas abiertas que nunca se cierran y cuando lo hacen es porque prescribieron, u optar por ponernos de pie decididos a extirpar esta enfermedad que nos carcome apelando a la parte sana de nuestra comunidad y de nuestra dirigencia que tendrá que tener la valentía de abordar el combate contra la corrupción como una causa nacional y poner en marcha los resortes institucionales, que de hecho existen, para sanear nuestro país.

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